sábado, 24 de noviembre de 2012

El Monte de la Amistad


A veces sin pensarlo y sin saber muy bien por qué me gusta relacionar el subir un monte, un pico, una colina con la amistad. Quizás sea por la infinidad de metáforas que encuentro... y que por otra extraña razón no me gustan explicar.

El madrugar tanto un día en el que podrías quedarte descansando. Cuesta mucho mirar el reloj y ver que son las 08:00 am (alguna vez antes), empezar a caminar arrastrando los pies y expulsando vaho. Empiezan las dudas, las preguntas: "¿Qué hago aquí?", "Con lo calentito que estaba en cama". 


Pasan unos minutos y la niebla va desapareciendo junto con el bostezo y el silencio. Las risas, las conversaciones y las preguntas que pueden parecer absurdas pero que son realmente cruciales aparecen: "¿De qué es tu bocata"?.


El camino se va haciendo cada paso más pesado. Vuelve el silencio, las disputas tontas que si por la derecha o por la izquierda, el cansancio... y con ello las cuestas que tan bien y bonitas se veían desde abajo. Y a veces cuando quieres llegar tan alto aparece la nieve, las pisadas que te hunden hasta la cadera... 


Pero a pesar de todo, cuando esto pasa uno va delante abriendo camino en la nieve virgen. Los demás cuando lo necesitamos seguimos esas pisadas y el cansancio que es menor, se nota. Nos intercalamos la posición y las mochilas. El cansancio es tan inaguantable como las ganas de llegar. Y de vez en cuando, se hace una parada en solitario para tomar un respiro y para levantar la cabeza e ir respondiendo algunas de las preguntas de las 08:00 am.


Finalmente la cima, algún grito, alguien tirado, otro contemplando desde el minuto uno, otro mirando el sudor de las huellas... Llega el punto de compensación!, como bien dice un amigo. Cuando todo lo compartido anteriormente desde el madrugar, el sudor, el dolor de espalda y también las risas, el paisaje, las conversaciones... valen la pena. 


La comida sabe mejor y el aire que respiras parece curativo. Y luego, toca bajar... para subir otra vez.


Por cierto, el bocata era de tortilla de patata de mi Abuela.

Estaba pensando en Auschwitz...


Estaba pensando... en Auschwitz. En lo visto y en lo que no he podido ver. En las escaleras gastadas de los barracones por las tantas personas que las han visitado. En las lágrimas de esa chica. En la Abuela de la guía. En la guía que no quiere revivir en su memoria lo que su Abuela le contó. En la prisionera que sobrevivió con 13 años y ahora se dedica a contar sus experiencias a los demás a pesar de lo duro en ello. En lo duro que debe ser no ser persona (no hablo de los prisioneros). En todos los que ya no están pero que si están en la memoria de todos los que hemos subido y gastado esas escaleras de las que hablaba. 

En las Piedras de Auschwitz.